En
un lugar recóndito del noroeste de África, hace mucho, mucho tiempo, nació una
niña, como decía su madre, muy rebelde pero de corazón muy grande. Desde que
nació, la niña no dejaba de llorar ni un instante; sólo paraba cuando
era amamantada e incluso entonces, cuando soltaba la teta para respirar,
arrancaba a llorar y no había forma humana de hacerla callar. Los médicos del
pueblo descartaron toda posibilidad de que estuviera enferma. Así
durante dos años. Catarina lloraba hasta cuando dormía. Más incluso.
¡Ay,
dios mío! ¡O te callas Catarina o me vuelves loca! – le gritaba su madre cuando
ya no podía más. Pero Catarina seguía y seguía llorando.
***
-Buenos
días, Obo, ayúdame y haz callar a mi hija, ¡llora sin parar incluso cuando
duerme!
-Has
tardado mucho en venir, mi Rey.
-¿Qué
le pasa a mi hija?
-
Tu hija es ciega; no ve, pero siente y padece. Se da cuenta de
las cosas y por desgracia nada bueno puede percibir, tan sólo miseria
y hambre. Tu hija sufre. Está ciega pero no sorda. Oye constantemente a los
niños llorar de hambre y sed y no lo puede soportar. ¡Menudo timbre!
-
¿Te burlas de mí, insensato? Podría ordenar ahora mismo que te cortaran
la cabeza. Dime ¿qué puedo hacer para curar a mi hija?
-
Nada. No se puede hacer nada. Jamás he tratado una ceguera. Deberás
enseñarle a manejarse en la oscuridad. Cuando nació tu hija, vino a
verme la vieja Lydia ¿la recuerdas? La echastes de la aldea por emplear la magia
para curar a sus pacientes. No soportabas su poder. Debistes pedirle consejo entonces, majestad. Ella hubiera sabido que hacer.
-¡Insensato,
hablarle así a tu Rey! ¡Mañana eres hombre muerto!
El
Rey salió hecho un basilisco, refunfuñando y resoplando insultos y calamidades.
Cuando
llegó a su casa, despertó a la mujer y a la hija que estaban dormidas por
casualidad o no. Catarina rompió a llorar al instante. El Rey
malhumorado la tomó en sus brazos y salió a toda prisa en dirección
a las profundidades del bosque en el que se suponía vivía la anciana sabia
Lydia. Allí, en medio de aquella arboleda espesa, noche cerrada, oscura y algo
tenebrosa por los aullidos que de vez en cuando se oían a lo lejos, dejó a
la niña envuelta en su manta y abandonándola a su suerte regresó al poblado.
Al
verlo venir de vacío, la esposa preguntó angustiada por la niña.
-Mujer,
tropecé y caí al río. La corriente me arrancó de los brazos a Catarina y
la arrastró río abajo en la oscuridad. ¡No pude hacer nada para
salvarla! ¡No podía ver donde estaba! ¡Se habrá ahogado nuestra niña querida!
Al
ver la mujer llorar a su marido tan desconsoladamente creyó su historia y desde
entonces no volvió a pronunciar palabra. El Mago, temeroso de que el Rey
mandara matarlo, huyó al bosque aquella misma noche y cuál fue su
sorpresa al encontrarse con Catarina jugando con un cachorro de león, muerta de
risa por primera vez en su vida. La niña y él mismo corrían inminente peligro,
mamá leona se habría alejado para ir en busca de comida y no tardaría en
llegar.
El
Mago, sin pensárselo dos veces, agarró fuertemente a Catarina y se adentró en
lo más profundo del bosque. Después de caminar por más de tres horas, por fin
pudo ver, a lo lejos, la casa que la anciana Lydia tenía camuflada en un
árbol milenario y que sabía distinguir por su altura y grosor. Era inmenso. El
más grande que jamás un ser humano haya podido ver. Era tan grande que si
alguna otra persona había llegado hasta allí, lo confundiría con una montaña.
-No
tengas miedo Catarina – le susurraba el mago al oído - pronto llegaremos a casa
de Lydia y ella te enseñará a caminar en la oscuridad. Tu padre es un bruto por
mucho rey que sea. ¡Santo Dios! Un bruto y un necio.
Caminaba
tan ligero que daba la impresión de que saldría volando.
Tan
pronto se acercaron a la puerta, la anciana, sin ser vista, les abrió y les
invitó a pasar y cuál sería su sorpresa cuando el cachorro de león entró tras
ellos. ¡Les había seguido sin hacer el más mínimo ruido!
-¿Será
posible tanta contrariedad? ¡Detrás vendrá su madre! ¡Vete vete!- le gritaba
–pero el cachorro entró directamente hasta la chimenea, bebió de un plato que
había en el suelo y se tumbó sobre una manta multicolor.
-Tranquilo
Obo- se oyó decir a Lydia que aparecía, por fin a la vista del Mago, trayendo
una cazuela humeante y un olor tan rico que Catarina fue gateando hasta llegar
a su altura.-
-
Es Turko, no sé qué sería de su madre pero él apareció por aquí escuálido y apenas
sin fuerzas. Tuvo suerte. Lleva conmigo tres meses y la verdad, está muy
mejorado. Me entretiene, me hace mucha compañía y me protegerá, cuando crezca, de otras fieras.
Percatándose de que Catarina intentaba ponerse de pie, apoyando sus
manitas en la pata de la mesa y elevando su naricilla como si quisiera llegar a
tocar con su olfato aquel riquísimo guiso, sentenció:
-Esta
niña tiene hambre. A comer y a dormir. Mañana será un día muy duro.
Así,
después de haber comido suficientemente, se acostaron en sus mantas
cerca del fuego. Catarina se acomodó junto a Turko y por primera vez en su vida
durmió de un tirón, sin llorar ni hacer el más mínimo ruido.
A
partir de entonces vivió plácidamente en aquel lugar y aprendió a vivir en la
oscuridad, mientras Lydia y Obo le enseñaron las propiedades de todas las
hierbas medicinales que hasta la fecha se conocen. Con el tiempo se convertiría
en una eminente doctora en medicina natural.
Cuando
cumplió dieciocho años, estuvo preparada para presentarse delante de su
padre y confesar a todo el poblado lo que él había hecho tiempo atrás.
Así lo hizo, no sin antes, curarlo de una extraña enfermedad que venía
padeciendo desde que abandonó a su hijita en mitad del bosque. La llamaron Remordimiento.(ACF-2007)
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